VERSOS DE "A LAS PUERTAS DE LA VILLA GRIMALDI"
VIII
Rosales de
[Dedicado a una compañera especial… que fue llevada]
El terror continuaba
En las entrañas de la casa
Y en la oscuridad de los sarcófagos
Sarcófagos de muerte y sepultura.
Y entre aullido y penumbra
Algunos de los fantasmas
Fantasmas adormecidos
Salían a la luna y al día.
Humanidad hedionda y carcomida
Humanidad sangrienta y vomitada
Sentías su presencia y su amargura.
Sentados en la oscuridad empañada
De los ojos salientes de locura
Se olía un aroma divino,
Un aroma de plata y de medusa.
Villa, te lo conté y no me creíste
Te grité y no me contestaste
Lloré y sentí el gozo de la presencia
Olorosa de mujer y de rosa.
Te lo dije, te lo grité:
“Hay olor a ángeles malditos,
a criatura celestial, a doncella
querida y deseada”.
Pero no me creíste, ni me amaste.
Villa maldita de olores de muerte
Y olores de doncella.
Eran rozas como en los días de antaño
Espinudas pero tiernas de capullo
Espinudas pero humanas de seres queridos,
De seres humanos.
Humanidad perdida, te encontré finalmente
Con los ojos vendados y las manos doloridas
Los rosales humanos que llamaban
Y te llamaba, pero sin respuesta
No fue un sueño o una pesadilla
Fue el aliento doloroso de mi amada
Que me acompañaba por momentos,
Momentos de gozo y de alegría.
No las vi pero existían
No las toqué pero me hablaban
No las contuve pero me apoyaron
Villa maldita, de olores rasurados.
Hoy te lo cuento Villa maldita
Ellas estaban y existían
Ellas tenían ese aroma de mi amada
Que nunca volvió, que me quería.
Hoy te lo grito Villa maldita
Ellas se fueron pero se quedaron
En el viento, en la tierra y en los rosales.
Rosales benditos, rosales divinos
De muerte y de vida
Esperanza y alegría,
De algún día y de hoy día.
Mario Aguilar Benitez.
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