viernes, agosto 06, 2010

ANTOLOGIA DE LA LOCURA, DE MIGUEL EDWARDS

ANTOLOGIA DE LA LOCURA, DE MIGUEL EDWARDS.






En los próximos días saldrá a la venta la 2º edición de un libro ya mítico entre los porteños y en muchos circulos underground del gran Santiago, hablamos de la Antología de la Locura, de Miguel Edwards Rosas, poeta nacido en Santiago, pero criado y formado en sus primeras artes en Valparaíso. Les dejamos para su deleite el prologo de esta Antología, editada por Kawell Kelun Editores y que esperamos pronto puedan tener el privilegio de leer.


Prólogo.

La tarea emprendida en esta “Antología de la Locura” realizada por el poeta Miguel Edwards Rosas, es a la vez titánica y desoladora. En ella un grupo de internos del Hospital Psiquiátrico Salvador de Valparaíso, nos comunican sus sufrimientos, genialidades y en especial sus grandes actos de amor y creatividad

Por sus páginas se puede percibir la desesperanza, el olvido, la tristeza, y sobretodo la soledad inenarrable de personas que comparten su confinamiento, pero también su pasión por la poesía y el arte.

Saben que su “tratamiento” es complejo a decir lo menos, que su “diagnóstico” es estigmatizador y que su “recuperación” es incierta. Sin embargo, quizás su mejor terapia está acá en las letras, como un refugio espiritual, como una manera de transmitirle al mundo sus visiones más esenciales. Es también su desahogo, un sahumerio para ahuyentar a los fantasmas.

Los locos son los parias, los olvidados de este mundo, o mejor dicho, aquellos a quienes se prefiere no ver. Los locos ya no son los médicos brujos de la antigüedad, ni los magos ni los genios, pero si a eso le agregamos la condición de pobreza y abandono de los aquí retratados, tenemos un resultado de total olvido y discriminación.

Como nos dice Michel Foucault: En el medio del sereno mundo de la enfermedad mental, el hombre moderno no comunica más con el loco: hay por un lado el hombre de la razón que delega hacia la locura al médico, no autorizando así más relación que a través de la universalidad abstracta de la enfermedad; por el otro el hombre de la locura que no comunica con el otro más que por intermedio de una razón totalmente abstracta, que es orden, compulsión física y moral, presión anónima del grupo, exigencia de conformidad. No hay lenguaje común; o mejor dicho no hay más; la constitución de la locura como enfermedad mental a fin del siglo XVIII, supone la constatación de un diálogo roto, da a la separación como ya admitida, y hunde en el olvido todas esas palabras imperfectas, sin sintaxis fija, un poco balbuciantes, en las cuáles se efectuaba el intercambio entre la locura y la razón. El lenguaje de la psiquiatría, que es monólogo de la razón sobre la locura, no ha podido establecerse más que sobre tal silencio.

Podríamos argumentar a partir de esto que los locos son alejados de su sitial místico a partir del endiosamiento de la “cordura” y pasan en definitiva a ser tratados como enfermos, luego domesticados y finalmente condenados por los “otros” (los cuerdos) a la dictadura de la razón, dictadura mediante la cual hacer valer sus privilegios, dejando en extinción a los médicos brujos o gurús de antaño, en especial si contravienen severamente el establishment. Algunos de los prisioneros de este nuevo orden, rescatados por Miguel Edwards, son precisamente los artistas que podemos encontrar en las líneas de esta antología.

En los versos plasmados aquí tenemos el grito y la amenaza de Danilo Pantescu Zapata, que es finalmente una súplica para ser escuchado: Este no es lugar para mí, de lo contrario volveré a matar a golpes, o simplemente con un grito, y un grito mío es terrible.

Por su parte Ximena Rivera le dedica sus versos a una hija que tal vez ya no quiere recordarla o que ha invertido los papeles cuidándola en su desgracia: Yo sueño volver a la tranquilidad/ sin Arcángeles furiosos/ y sin el tiempo que hace daño,/ya se me pasará nanita/ y seré entonces la misma de siempre/ la de todos los días.

Fredy Zeballos nos plantea un nuevo cosmos, un nuevo génesis en sus textos de Hijo del Infinito. -La vida como un estado de organización, la inteligencia como un estado de conciencia existieron antes del principio y del tiempo en la forma de “El-Ohim-Ruh” la energía original /- El tiempo tuvo principio como el Universo que navega en las aguas del tiempo cuando éstas se sequen el Universo desaparecerá como tal.

Ignacio Briceño Palma, autor de las brillantes ilustraciones de esta antología, nos emociona con sus versos, llenos de una luz melancólica y sobrecogedora: El Trapecista. Da la vuelta sentimiento/ una vuelta entera /hasta entrar en tu propio girar. /Ha caído el trapecista/ y en la arena quedó su cabeza sin vida/ ha muerto el acróbata/ el circo está de duelo /…”la función debe continuar”…

Miguel Edwards construye a través de este caleidoscopio, más de grises que de colores, una mirada cercana a la realidad de los pasillos del Hospital Psiquiátrico de El Salvador, algunas de sus realidades, de sus alucinaciones que nos acercan hasta el otro lado del límite que divide locura y cordura, esa delgada línea que tanto le gusta transitar, cual obsesivo trapecista literario.

Finalmente, junto a ellos, y sólo por mencionar algunos de los muchos interesantes textos de este libro, un enfermero del hospital narra la historia de uno de sus internos en el relato “Iorana”, acerca de un desterrado de la Isla de Pascua. Sumado a esto, el sicólogo y poeta Alejandro Pérez nos detalla algunos pormenores de su propia estadía al otro lado del espejo en su relato “La Silla”, del cual les dejamos acá un breve botón de muestra, para que comiencen a adentrarse en esta lectura y puedan deleitarse obviando aquí, momentáneamente al menos, las reglas del “sano juicio”:

Babel eterna entre tú y yo, que no nos distinguimos del origen, encerrados. El laberinto es real. Lo soñé. Otro que sueña ahora. Las olas me arrastran. Navegaciones. Habitaciones. Tentaciones. Inmersiones, emociones, agresiones, maldiciones, intoxicaciones, defunciones. Entre tú y yo: saldremos de esas tumbas y sembraremos nuevamente la vida. Aspiraciones, negociaciones, invenciones, negaciones. Entre todos podríamos acabar con el mundo. Cuando era niño, vi correr la sangre.

René Acevedo y Fesal Chain, Kawell Kelun Editores, junio de 2010.

2 Comments:

At 8:09 p. m., Anonymous Anónimo said...

Un abrazo u saludois al poeta Miguel Eduards Rosas; recientemente me deleité e impresioné con su inteligencia y genialidad literaria.

Atentamente un agradecido
Rom.

 
At 2:04 a. m., Anonymous Anónimo said...

Quisiera tener mas información sobre el,si no es mucho pedir.



joaquin-lurias@hotmail.com

 

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