CAFE CON PIERNAS
UN CUENTO PARA TERMINAR EL VERANO:
CAFÉ CON PIERNAS.
Todo igual que ayer. Cruzó por calle Arturo Prat saludando a los locatarios, miró los mismos muebles y vitrinas asomándose por los portales. Cruzaron frente a él las mismas parejas que frecuentaban la plaza, las mismas palomas que acudían a saludar a los señores jubilados que compartían con ellas sus galletas o sus helados de barquillo. Se ajustó su cinturón como todos los días, humedeció un poco su pelo engominado en la pileta que estaba casi enfrente del café de la esquina. Se miró en el ventanal polarizado para peinarse, el mismo ventanal oscuro que impedía las miradas de los curiosos desde afuera del café, provocando al mismo tiempo la infinita curiosidad de adentrarse en sus misterios y saludar a las muchachas que atendían en la barra con sus diminutos bikinis.
Pero al traspasar el ventanal-espejo, notó un suspiró entrecortado, no por la emoción de los parroquianos, no por la escultural belleza de las meseras que deambulaban un poco cabizbajas a diferencia de otras ocasiones. Se encontró con un ambiente funerario en el local, algo extraño lo invadía todo con un manto oscuro, claramente distinto del ambiente festivo que lo llamaba hasta ahí todos los días a eso de las siete de la tarde, o incluso hasta dos veces al día en los meses del invierno, como queriendo contagiarse del calor de ese microclima fantasioso.
- Buenas tardes, don Julián- le saludó cordial una morena que contrastaba su hermoso cutis con el dorado de su traje.- ¿Se va a servir lo de siempre?- consultó más seria que de costumbre.
- Claro, mi amor, pero, ¿qué es lo que pasa que está tan tristecita?
- ¡Ay, Don Julián!, lo que pasa es que el Alcalde va a clausurar este local y todos los locales de nuestras colegas, porque dice que somos inmorales, que las piernas y los tatuajes no son dignos de un café y menos de una ciudad tan respetable.
- De esto me encargo yo- dijo con asombro pero con profunda convicción.
Tomó su café más rápidamente que lo habitual, le dio un beso a la niña que le sirvió su cortado. Se despidió de todas las niñas del local, algunas de las cuales no podían disimular su desamparo y frustración: Luisa, que quería ser bailarina y se vino a Santiago para probar suerte en el Municipal, pero recibió mil portazos en la cara; Margarita, que trabajaba en el mismo local desde antes de los colaless y los bikinis, con una faldita ajustada y un escote suave, pero tuvo que desvestirse cada vez más para no sucumbir ante la competencia, como le dijo su patrón con un balance negativo de las ventas del café; Paulina y Claudia, dos modelos colombianas, las cuales fueron estafadas por una agencia de viajes al querer venir a probar suerte en Chile como modelos en un programa de televisión. Tras perder todo su equipaje: disfraces, vestidos elegantes, cartas de recomendación de empresas colombianas, dinero, tarjetas de crédito; buscaron trabajo y alojamiento en el café, enamorándose perdidamente del dueño. Ambas lo compartieron, así como el local y las ganas de hacerlo prosperar, ayudando a otras almas en pena, sedientas de la admiración, las lentejuelas falsas y el deseo de los hombres que las adulaban.
2 Comments:
jajaja
yo tengo un amigo al que le gustará esta historia...
A mí me gusta tu relato...
Un beso!
ok
gracias por el comentario
recomiendaselo a tu amigo entons
jejeej
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